sábado, 26 de octubre de 2013

Metamorfosis de un Ruiseñor


                              
 Dedicado a todas las personas que como ella han sufrido o sufren la enfermedad del olvido.
"In loving memory of all those who like her are suffering or suffered the "oblivion" illness".

         Camina con pasos lentos. Sin rumbo fijo tambalea su débil figura, que ni por un asomo se parecía a la airosa que en tiempos lució. Cómo hacía ya algún tiempo, habitaba y deambulaba por el hogar -¿A dónde vas ruiseñor?- Ella prestó oído y contestando dijo: - Al horno, voy con mi amiga. Su padre nos espera, está a punto de sacar una hornada de pan y quiere que le ayudemos. Nos dará a probar en cuanto se enfríe.-
        Sumida en sus pensamientos hizo, que por momentos y como en otras ocasiones, el pasado se convirtiera en presente. –Espera -  y  por un instante la voz hizo que sus pensamientos volvieran a la realidad, se sintió vieja y abatida... pero sin duda, no tardaría en sucumbir  de nuevo en sus realidades pasadas. Efectivamente, sus pensamientos volvieron al pasado. Allí, con la mirada perdida en sus adentros, con su mente y horizonte difuminados,  se encontró rodeada por algunos de los que compartieron y acompañaron su juventud, y su vida... – Pon la mesa, viene mi tío a comer con nosotras, el gazpachuelo es su plato favorito, vendrá en bicicleta, ya la tiene arreglada. –
      Por último, alzó su mano que vagó temblorosa señalando hacia el armario, y gritando dijo; - Me pondré el vestido ocre y la pamela a juego, estoy muy guapa con ellos.-  Sus emociones, como todo en su cerebro, esperaban lentamente. La escena parecía evocar un pasado feliz que ella hacía presente. Estaba emocionada y lo mismo reía que lloraba.  La mujer abandonó su tristeza, sus ojos se llenaron de dulzura, de generosidad, de amor. El gran amor que sentía. – ¡Mira!, es él, está ahí, viene a verme; es mi novio, Manolo –  Asombrada como si reviviera ese presente y no el pretérito, siguió recordando los días de su juventud, hasta agotar por instantes, su agitada respiración, que la mantenía aferrada a la vida.
       Sin duda que no tardaría mucho en rendirse, y aunque la vida le había otorgado la oportunidad de ser. La mujer estaba terminando su cometido. – Si éste es mi final, - dijo con lágrimas en los ojos, - que así sea. Mi momento está cerca. Pronto me iré de este mundo, aún así, las estrellas seguirán brillando en la noche y otro día nuevo amanecerá...como siempre.-
        - Me voy, pero antes, ven, acércate niña  y dime, ¿quién soy yo? – sería la última vez que escuchaba su debilitada voz -  y enlazando sus manos junto a las mías contesté: - Tú eres un ser cercano, bondadoso; desgastada  por el dolor y el sufrimiento,  ¿no te acuerdas ruiseñor? ... eres mi madre, y yo tu hija...-  Su rostro se iluminó con una sonrisa, y sonó un último respiro que dio paso al silencio.


                                                                                                          Ardilla