domingo, 13 de julio de 2014

Me hubiera gustado ser un niño.




                                   I Would have liked to be a child.

                               

Su rostro mantenía la expresión del miedo, aun así sonreía, y al sonreír, sus ojos se volvían tan pequeños que parecían desaparecer entre los pliegues de su piel de bronce. Mientras tanto yo apenas si hablé y durante largo tiempo me limité a escuchar su lamento que me hizo estremecer y reflexionar en silencio.
“¿Hay alguien ahí?... – gritaba - Tengo sólo nueve años… ¿me escucha?... ¡sólo nueve años!  Ahí arriba me llaman niño y quizá todavía me esperen… Me gustaría ser uno de ellos, aunque me parece haber vivido muchísimo. No sé qué delito cometí, quizá el haber nacido pobre, en un mundo de miseria. Claro…  y éste es mi castigo.
Me asomo a la oscuridad  como si ésta me perteneciera y ¿sabe lo que me digo?...  Esto no es lugar para un niño… ¡Sacadme de esta noche oscura, sin luna y sin estrellas!
 No soy un despojo humano, soy  víctima de una  infancia presa. Viajad a la sombra conmigo; picad, las entrañas de la tierra… Negro polvo, una mecha, cargadores y peonetas… Aquí abajo tengo miedo, siento frío y mi cuerpo se estremece entre las tinieblas. ¡Sacadme de la noche oscura, del corazón de la tierra!
Aquí abajo nadie me espera salvo la muerte pero… ¡No dejaré que me venza! Sigo tenaz en mi lucha; tengo sólo nueve años ¡libradme de mi pobreza! así podré percibir  la fragancia de la tierra. Nunca he estado allí, pero ¡dicen que es muy bella!. La oscuridad no me permite disfrutar como debiera del “brillante amanecer”; aire, luz, agua, cielo… Sólo tengo nueve años… me hubiera gustado ser niño; ¡Libradme de esta miseria!”
                                                                                                                        Ardilla

                                                      
                                                     
“Edgar” la historia viva de un niño sin infancia que trabaja en la mina. El drama de los más de 200 millones de niños trabajadores que hay repartidos por el mundo. Edgar es  sólo un ejemplo de ellos. 
La historia se repite y parece ser que, al respecto, las organizaciones no son eficaces ni suficientes para erradicar la situación. Para algunos el trabajo infantil forma parte del orden natural de las cosas. Las familias en zonas deprimidas y con situaciones precarias,  necesitan para su supervivencia, que el menor trabaje. Su sociedad construye para el niño lo que tiene que realizar, y aquí la idea es que los patrones culturales justifican el trabajo de menores, porque los recursos de las familias son insuficientes; luego la educación queda por debajo de mínimos.
El relato de Edgar se desarrolla en una mina artesanal del Perú un vasto espacio de desbordante naturaleza, rico en minerales; que alberga el lago más alto del mundo, las míticas fuentes del amazonas y como no, las incomparables ruinas de Machu Pichu. Un país con una historia encomiable y grandiosa. Confluencia de grandes culturas y cuna de una de las más sobresalientes civilizaciones, llenas de mitos y leyendas como fue el  Imperio Inca.
Éste extenso Imperio tuvo, en un tiempo, otras actividades además de la minería, como la agricultura, hoy desaparecida.  El vasto Imperio proporcionó a sus colonizadores  españoles,  la explotación y exportación de sus recursos naturales, que serían la base de la organización política y social de los territorios conquistados. Con los recursos minerales, oro y plata,  en nuestras manos, creamos un monopolio cuyos beneficios iban a parar a la metrópoli. Anhelábamos sintetizar lo autóctono con las nuevas aportaciones.  Creamos desajustes y  fronteras; condicionamos la vida de los indígenas, reduciendo su determinación y su población. España intentó, en el Nuevo Mundo, organizar un modelo de sociedad que siguiese el mismo esquema de la metrópoli, pero el resultado fue bien distinto. Se creó una estructura política y administrativa discriminatoria para los distintos grupos étnicos. Los nativos, sin distinción de edad; por ejemplo los niños, fueron utilizados como mano de obra abundante y barata, forzados a trabajar en minas entre otros trabajos; originando así el amargo sabor del miedo, el resentimiento, la miseria y con ella la exclusión social.  Fue la gran empresa del Nuevo Mundo. No reparamos en los daños colaterales y se impidió el ascenso social de las minorías criollas, dejando así dos herencias.  Una para las familias indígenas o excluidas y otra para el resto de la humanidad; que utilizó el oro y la plata como mecanismo controlador de la economía, como medio de pago y enriquecimiento.
Todavía no nos hemos enterado de que la infancia, por su falta de madurez física y mental, tiene “derecho a cuidados especiales”, como así lo manifiesta la  Convención para los Derechos del Niño del 2 de Septiembre de 1990. Los “Estados partes” y las familias, tomarán las medidas oportunas para hacer efectivos los compromisos aprobados. Entre ellos: “asegurar la protección contra toda forma de explotación o trabajo peligroso”. 
Edgar, como otros tantos niños huérfanos de derechos, participa en trabajos “hondamente” peligrosos. Su pequeña complexión le permite transitar y llegar hasta los estrechos habitáculos donde un adulto no cabría. Perfora socavones con cinceles, prepara explosivos, portea a sus espaldas la roca hacia el exterior, para la posterior extracción del mineral. A veces, participa en la molienda y amalgamación del mineral con el mercurio. A cambio recibe unas cuantas monedas, además de  los correspondientes dolores de espalda, rodillas, o afecciones pulmonares, producidas éstas, por inhalación de gases o sustancias tóxicas.
Como decía Juvenal    "El niño es acreedor al máximo respeto"  

                                                                                                                                       Ardilla


                                             




                                             Todas las imágenes han sido tomadas de Internet