martes, 17 de febrero de 2015

El vino

                                                               
                                                                       The wine
         
 Ardilla
                                                                             
                                                                          Ardilla

Sí Señor, Sí Señor
El vino puede sacar cosas que el hombre se calla, 
que deberían salir cuando el hombre bebe agua.
Va buscando pecho adentro por los silencios del alma
y les va poniendo voces y los va haciendo palabras.
A veces saca una pena, que por su pena es amarga, 
sobre su palco de fuego la pone a bailar descalza.
Baila y bailando se crece, hasta que el vino se acaba.
Y entonces vuelve la pena a ser silencio del alma.
Si Señor, el vino puede sacar cosas que el hombre se calla.
Cosas que queman por dentro, cosas que pudren el alma,
de los que bajan los ojos, de los que “esconden” la cara.
El vino entonces libera la valentía encerrada,
y los disfraza de machos, como por arte de magia.
Y entonces son bravucones, hasta que el vino se acaba,
pues del matón al cobarde, sólo media la resaca.
Sí Señor, el vino puede sacar cosas que el hombre se calla.
Cambia el prisma de las cosas cuando más les hace falta,
a los que llevan sus culpas como una cruz a la espalda.
La impura se piensa pura, como cuando era muchacha,
y el "astado" regatea la medida de su drama.
Y todo tiene colores de castidad simulada
pues siempre acaban el vino y los dos; en la misma cama.
Sí Señor, el vino puede sacar cosas que el hombre se calla.
Pero…¡que lindo es el vino! El que se bebe en la casa
Del que está limpio por dentro y tiene, y tiene… brillando el alma.
Que nunca le tiembla el pulso, cuando pulsa una guitarra,
Que no le falta un amigo ni noches para gastarlas.
Que cuando tiene un pecado, siempre se nota en su cara.
Que “bebe” el vino por vino, y “bebe” el agua por agua.
                                                                                                                          “A. Cortez”

martes, 3 de febrero de 2015

Vejez


              
                                     "Old age begins when curiosity is lost"


Alberto Durero
                           

¿ Qué cuántos años tengo? ¡Qué importa eso!
Tengo la edad que quiero y siento.
Tengo la edad en la que puedo gritar,
 sin miedo, lo que pienso. Hacer lo que deseo sin miedo al fracaso, a lo desconocido. Porque tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo; otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dice.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos; para rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen porqué decir estás muy joven…no lo lograrás, o estás muy viejo; ya no podrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma; pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños empiezan acariciar con los dedos y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en el amor, a veces, es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada y otras, en un remanso de paz con un atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número. Pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos; las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas.
¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa! si cumplo veinte, cuarenta, setenta o más. Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por este sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso a quién le importa!
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.
¿Qué importa cuántos años tengo? O cuánto espero, si con los años que tengo, aprendí a querer lo necesario y a tomar sólo lo bueno.

                                                                                     "J. Saramago"