domingo, 17 de noviembre de 2013

La Esperanza

                                          
"En honor a todos los que como Ayodobe dejaron su país en busca de un horizonte nuevo y una esperanza"
"In honour of all those like Ayodebe left their country in search of a new horizon and new hope"

“Partió del horror que le producía su lugar de nacimiento. Como cualquier criatura humana que encontrara una oportunidad, luchó sin adormecerse en su desesperación por encontrar nuevos horizontes. No se resignaba en su disputa diaria por la supervivencia. Ello le hacía encontrar una esperanza nueva, que la llevara a un cambio... ¡Sí!.  Aquel sueño podría ser real para ella y su hijo... ¿por qué no?
Mientras tanto, como cada día, intentaba encontrar refugio en sus quehaceres que servirían  de estímulo a sus ilusiones -eran más que un rayo de luz a sus anhelos -.  Por ello, y sin darse por vencida,  se acercó una vez más, como cada día,  a la ventanilla del vehículo y con una amplia sonrisa preguntó -  ¿necesita pañuelos? - Después de unos segundos, la respuesta no se hizo esperar y repliqué  - no, no, gracias-. Pero ella en su empeño por redimir el desengaño y aferrándose a la ilusión respondió;  Pero... ¡oiga, por favor! ... yo  necesito comer,.. ¿no lo entiende?... y, y... juntas podemos darle una oportunidad a mi esperanza...”

 Este pequeño relato de Ayodebe, son sólo un  ejemplo de los miles de gritos de esperanza que nos llegan desde la otra orilla. Son los ecos de una marea humana procedente de la “cuna” de nuestra especie a la que se le pretende poner barreras; es el ejemplo de esa “otredad” que teje nuestro mundo y por el que merece la pena luchar.
Ayodebe, como otros muchos, es la herencia del árido y desmesurado colonialismo imperialismo y neocolonialismo europeo, que sometió, dividió y repartió al continente africano. ¡Sobrados íbamos de superioridad! Los “otros” eran razas inferiores a las que había que subyugar y civilizar.
África supuso el gran enclave estratégico en el camino hacia la india, y se convertiría, en el nuevo centro suministrador de materias primas y mano de obra barata. 
Sometimos a gran parte del continente africano a una potencia extranjera; la europea. Como aves de rapiña Portugueses, holandeses; franceses y belgas; alemanes; ingleses y españoles, en mayor o menor medida, peleamos y comimos del rico pastel natural.
Ignoramos formaciones políticas, sociales, étnicas y religiosas. Nuestro etnocentrismo e ignorancia equívoca, nos llevó a clasificar bajo una misma especie a toda la población del rico continente; todos melánidos. Obviamos el mosaico antropológico y la idiosincrasia étnica repartida por su extensa geografía. Así pues, además de esclavizar a la población,  fuimos trazando fronteras artificiales sobre papel, respondiendo igualmente por caprichosas líneas geométricas; separando y destruyendo los enclaves autóctonos sin interesarnos por sus diferentes tribus y etnias. No nos movían más que nuestros propios intereses; necesitábamos territorios bien comunicados, con salidas marítimas que abastecieran los mercados y las necesidades de una sociedad cada vez más industrializada y capitalista.
 A cambio, les dejamos nuestra herencia descolonizadora; un continente en su mayoría fragmentado en manos de gobiernos autoritarios, oligárquicos. Dependientes y auspiciados por extranjeros; multinacionales o dirigentes sátrapas. Herederos, estos últimos, de los nuevos estados africanos, que protagonizan genocidios, como los de Ruanda;  crisis como la región de los grandes Lagos, guerras civiles como la de Sierra Leona, más guerras civiles y luchas por la extracción de otro mineral importante como el “Coltán o Columbita” del Congo. El valioso y codiciado mineral es utilizado para gran parte de dispositivos electrónicos; llámese condensadores, móviles, ordenadores, microchips, baterías.
Y todavía hablamos de Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales en cuya parte primera; art 1.-2 dice que: “ Para el logro de sus fines, todos los pueblos pueden disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales. En ningún caso podrá privarse a un pueblo de sus propios medios de subsistencia”
La paradoja: África es rica en recursos naturales y su población, en extrema pobreza, busca nuevos horizontes y “esperanza”. La población africana tiene hambre, y el hambre y  la miseria no saben de fronteras.
Cómo decía Diógenes de Enoanda:  “Las varias divisiones de la tierra, dan a cada pueblo una patria distinta. Pero el mundo habitado ofrece a todos los hombres capaces de amistad una sola cosa común: La tierra”

                                                                                                                        Ardilla
Texto: Ardilla