Desde tiempo inmemorial la historia nos ha ido mostrando un andamiaje intelectual bien definido en el que existía una resistente desigualdad entre sexos.
Durante siglos se justificó aquella construcción histórica fundamentada en la superioridad del hombre respecto a la mujer; un modelo propio de la sociedad estamental que basaba sus principios en la diferencia natural de unos seres respecto a otros.
La España Decimonónica y parte de la del siglo XX se caracterizó por la larga dominación y por la absoluta "sumisión" de las mujeres. Las ideas revolucionarias de igualdad entre hombres y mujeres no caló en nuestra sociedad. La mujer seguía siendo esclava, sin elección cultural, laboral o económica. Así había sido durante siglos y así permaneció durante largo tiempo.
A pesar de la paupérrima situación femenina, que corresponde al momento histórico, la vida de las mujeres experimentó un "discreto" cambio en política educativa cuando en 1857 la - Ley Moyano- ley de instrucción pública, hizo obligatoria la escolarización de las niñas - de 6 a 9 años- con relativa gratuidad para la enseñanza primaria. Se mantuvo, eso si, un duro control de las autoridades eclesiásticas marcando una contundente separación entre sexos y justificando las labores propias del sexo femenino.
Durante un corto periodo de tiempo y gracias a las ideas republicanas de finales del XIX y principios del s. XX - la institución libre de enseñanza- con influencia krausista, intentó una apertura hacia la enseñanza laica sin separación de sexos. Sin embargo aquel breve paréntesis se quedó tan sólo en un débil proyecto, que no se hizo visible hasta bien entrado el siglo XX. Las circunstancias históricas no permitieron un modelo educativo distinto y se volvió a presentar un ideal de mujer ceñido a su rol de esposa y madre, que satisfacía la organización patriarcal androcéntrica. Por lo tanto las mujeres seguían relegadas al ámbito de lo privado y lo doméstico y con tales fines debían ser educadas.
El Estado, de acuerdo con los intereses de la burguesía en la que se encontraba integrada parte de la nobleza, desarrolló una política de control dirigida a una nueva configuración social, con la obligación de crear escuelas primarias de niños y de niñas, para paliar las deficiencias morales que las familias de clase baja presentaban. Sin embargo pocas familias necesitadas podían mandar a sus hijas al colegio, ya que las niñas comenzaban a trabajar a la edad de ocho años. Aún así, algunas tuvieron el "privilegio" de incorporarse a la enseñanza dentro de su municipio.
El instrumento propagador de la moral burguesa, sería la escuela para todos, siempre y cuando, se tuviera en cuenta que la educación de las niñas debía ir encaminada a la formación moral, más que a la adquisición de conocimientos. El objetivo no era ser sabias, sino prepararse para ser "buenas y sumisas" mujeres.
Con ese fin se crearon escuelas de prestigio para clases medias altas, donde además de aprender a leer, escribir, bordar y coser, aprenderían algo de geografía, historia, música y en raras ocasiones, dibujo y francés. Lo que se llamó una educación de "adorno". Para el resto de niñas de clases populares se crearían las escuelas públicas, en muchas ocasiones atendidas por religiosas. De ahí que poco a poco, a lo largo de toda la geografía, se fundaran muchos colegios de diferentes congregaciones religiosas dedicadas a la enseñanza femenina.
Con la instrucción no se pretendía mas bagaje intelectual que aquellos conocimientos morales y prácticos que ayudaran a las niñas, en su etapa adulta, para ejercer su primordial misión: "ser buena madre y excelente ama de casa".
La extremada codificación histórica que habían "padecido" nuestros antepasados femeninos, - más temor que respeto- exaltaba a un estereotipo de niña "ejemplarizante"cuyos valores pasarían por la prudencia, la bondad y los exquisitos modales.
La herramienta utilizada para la transmisión de "valores"y normas de "urbanidad" fue la divulgación textos y cuentos. En todos los mensajes e ilustraciones aleccionadores debía quedar bien claro el patrón social de las clases acomodadas a imitar. Así se aprecia en las ilustraciones y ambientes recreados como los que se muestran a continuación:
"La buena Juanita" obra de Saturnino Calleja, gran conocido por sus cuentos para niños. De ahí aquella expresión "¡Tienes mas cuento que calleja! - Muchas de aquellos cuentos fueron escritos por autores de renombre e ilustrados por grandes dibujantes de la talla de Narciso Méndez Bringa-
"La buena Juanita" Saturnino Calleja
Otros ejemplares como "Victoria" de Mª Pilar Oñate Instrucciones para la formación de una "mujer de su casa" madre de familia y transmisora de unos valores.
La obra de "Higiene y economía" "La niña Instruida" de Fernández Ascarza .
Por último la"Cartilla Moderna de Urbanidad" de J. Dalmau.
Textos, mensajes e ilustraciones de corte burgués, que resumían claramente las cualidades y los valores que las niñas debían aprender: Ser dóciles, humildes, sumisas... en ningún momento una joven mujer, podía perder el decoro.
Aquel compendio de normas de comportamiento instruyó a muchas de nuestras abuelas, madres, y también a algunas de nosotras que hemos pasado el ecuador de la vida.
Ello no nos hace indiferentes a la ominosa situación de pobreza y miseria vivida, contraria a nuestra dignidad.
Como decía J. Stuart Mill (1869) en "La esclavitud femenina"
"La mujer es como árbol que se le ha podado todas sus ramas"
Ardilla
Imágenes: Internet.
Texto: Ardilla